"Otro de los elementos que determinan el carácter de un pueblo, y quizá
el más importante, es todo aquello que permanece en la memoria de los
habitantes. Los sucesos pasados pueden olvidarse cuando estos son breves
notas en el devenir del tiempo. Pero en ocasiones se graban a fuego en
la sangre de los habitantes, quedando sentimientos y recuerdos que
vuelven una y otra vez, y determinan el día a día de dicha comunidad.
¿Qué tres sucesos pasados recuerdas?"
Las Profecías de la Niña Alegría
Hace 437, una niña de unos 9-10 años fue encontrada vagando en una de las cavernas-cementerio de la Hondonada de los Dioses. Iba desnuda, sucia, y apenas pronunciaba palabra. Nadie la conocía, y fue llevada al Templo de Takkerna para que las sacerdotisas se encargaran de ella. A los pocos días de estar allí, la encontraron en la capilla principal del templo, tumbada boca arriba y con los brazos en cruz, los ojos en blanco, y murmurando algo ininteligible.
Se pensó que podría estar poseida por alguna entidad demoniaca, por lo que se la encerró en una celda. Sin embargo, la mayor parte del tiempo era una niñita encantadora, alegre y amable.
Una noche, una limpiadora escuchó el galimatias que pronunciaba la joven, e informó a las sacerdotisas que no era ningún galimatias, si no que hablaba en la lengua de los Primeros Hombres, y que ella lo comprendía en parte ya que provenía de los pantanos del oeste, en donde se habla todavía un dialecto de la lengua primigenia.
Al parecer, cada noche, la joven entraba en una especie de trance en el que balbuceaba frases en un idioma desaparecido, en forma de crípticas profecias o vaticinios. Las sacerdotisas pensaron que podría ser una elegida de la Diosa, y empezaron a transcribir todo lo que decía durante sus trances.
No pasó mucho tiempo antes de que se extendiera la noticia de que en el templo vivia una joven elegida por la Diosa, y muchos pidieron verla o saber que es lo que estaba pronosticando. Al final fue imposible mantenerlo en secreto, ya que de alguna forma las profecias llegaban a la calle, en donde se transmitian de boca en boca y se convirtieron en el tema de discusión preferido en patios y tabernas.
A veces había vaticinios que era posible encajar con algo que había ocurrido en la ciudad, lo que dió verosimilitud a la historia de las profecias.
Un día, unos dos años después de que apareciera la niña, esta sufrió un colapso durante un trance especialmente violento, y murió. Poco a poco se fue convirtiendo en el objeto de la devoción del pueblo, una enviada con el propósito de protegerlo. Las profecias fueron puestas por escrito en pequeños libritos que la gente lleva a veces para orar. Aunque se cuenta que hay algunas de las profecias que no llegaron a salir del templo, y que este guarda con celo y misterio.
La Guerra de las Togas
Hace 51 años, hubo un conflicto entre dos facciones de la Secta
Negra. Cada una fue consiguiendo aliados, hasta convertir su
enfrentamiento en una auténtica guerra civil dentro de la ciudad. Las
calles amanecían con cadáveres todos los días, no había ley ni orden, y
todo amenazaba con desmoronarse. Al final el Rey tuvo que tomar cartas
en el asunto, y la Legión del Septentrion tuvo que entrar en la ciudad e
instaurar la ley marcial. El Mariscal Yeroff fue nombrado regente, y
llevó a cabo un juicio para ver quiénes eran los culpables. Los togados
de la Secta Negra se creían intocables con sus contactos y dinero, pero
no comprendieron que en frente tenían a un hombre al que no podían
sobornar y que tenía diez mil fanáticos a su mando. El Mariscal abandonó
la ciudad una semana después de entrar, dejando en el camino dos
centenares de crucificados como ejemplo para aquellos que no quisieran
respetar la Paz del Rey.
La Muerte Negra
Hace 23 años, durante el llamado Verano de las Moscas, se desató una
terrible epidemia en la ciudad. A los enfermos les salían grandes bulbos
oscuros en la piel, la cual terminaba por pudrirse y caerse, dejando a
la vista huesos y vísceras. Su agonía era terrible. El hedor en la
ciudad se volvió insoportable. Las sacerdotisas de Takkerna prepararon
unas cavernas cercanas en la Hondonada de los Dioses como mortuorios
para los enfermos, los cuales eran atendidos por criminales condenados.
Cada vez que un nuevo caso era descubierto, era llevado a las Cuevas de
la Muerte Negra. Ninguno de los enfermos llegó a sanar, a pesar de las
oraciones y remedios utilizados, y muchos de sus “enfermeros” y
guardianas enfermaron con ellos, pero finalmente el brote cesó, habiendo
devorado a casi la tercera parte de la población de la ciudad. Nunca se
llegó a conocer el origen de tan misteriosa aflicción.
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