"¿Qué partida, situación, momentazo, te hizo quedarte en plan “¡ostias!”,
te descubrió el mundo, dijiste “¡Oh!”, flipaste con el giro argumental…"
Un año más volvemos al Desafío, 30 días de no parar de escribir en el blog, y que como cada año representarán más del 80% de mis entradas del año. La verdad es que agradezco tener algo que me obligue a darle a las teclas y estrujarme un poco las neuronas. Este año, además, tenemos la novedad de que las preguntas no están marcadas de antemano, si no que se irán publicando el día antes, por lo que tendremos que esforzarnos más para mantener el ritmo. No creo que lo consiga, pero no se pierde nada por intentarlo.
Bien, empecemos. He tenido mil momentos que me han dejado flipado en esto del rol. Cuando empezamos, no había nada parecido. Había algunos libro juegos, y algunos juegos de spectrum, o de mesa como el cluedo o el imperio cobra. Así que cuando descubrí a unos compañeros de clase jugando durante el recreo de la comida, flipé. Uno de ellos tuvo que irse, y yo cogí su personaje (la esperanza de vida era tan breve que a nadie le importaba dejar a otros que jugaran con su personaje), un enano. Todo eran laberintos, aun cuando se tratara de un bosque, pero la libertad que teníamos no la habiamos experimentado nunca fuera de los juegos de vaqueros, pero con unas ciertas normas o reglas. No entendiamos todo lo que decía el libro del D&D (además de que estaba en inglés y teniamos 10-11 años), pero improvisabamos.
Esto me enganchó como la droga. Empecé a leer todo lo que estaba a mi alcance que oliese ligeramente a fantasía, El Señor de los Anillos, la Dragonlance, Terramar, Gor, etc.
Poco tiempo después, conseguimos una copia del MERP (benditas copias, sin ellas no habriamos entrado en el mundillo), y volví a flipar. Mi primer personaje era un guerrero humano rural, vamos, lo menos especial del mundo, pero en mi primer ataque le corté la cabeza a un orco. Nos quedamos todos con la boca abierta diciendo "¿Eso puede hacerse?" y "¡Que caña!".
En los 90s me volvió a pasar con el Vampiro, ya que te permitía experimentar el mundo de la noche sin límites (además de que empezabamos a salir, y descubrias que la noche está llena de personajes extraños que se ocultan de día).
En fín, no es que haya tenido una partida de estas, es que he tenido muchas, y eso es lo que ha hecho que siga atrapado hasta las cachas en este vicio nuestro, la búsqueda de esa sensación de maravilla y libertad.
Bueno gente, hasta mañana, nos leemos.
Las preguntas del Desafío de los 30 Días
Bien, empecemos. He tenido mil momentos que me han dejado flipado en esto del rol. Cuando empezamos, no había nada parecido. Había algunos libro juegos, y algunos juegos de spectrum, o de mesa como el cluedo o el imperio cobra. Así que cuando descubrí a unos compañeros de clase jugando durante el recreo de la comida, flipé. Uno de ellos tuvo que irse, y yo cogí su personaje (la esperanza de vida era tan breve que a nadie le importaba dejar a otros que jugaran con su personaje), un enano. Todo eran laberintos, aun cuando se tratara de un bosque, pero la libertad que teníamos no la habiamos experimentado nunca fuera de los juegos de vaqueros, pero con unas ciertas normas o reglas. No entendiamos todo lo que decía el libro del D&D (además de que estaba en inglés y teniamos 10-11 años), pero improvisabamos.
Esto me enganchó como la droga. Empecé a leer todo lo que estaba a mi alcance que oliese ligeramente a fantasía, El Señor de los Anillos, la Dragonlance, Terramar, Gor, etc.
Poco tiempo después, conseguimos una copia del MERP (benditas copias, sin ellas no habriamos entrado en el mundillo), y volví a flipar. Mi primer personaje era un guerrero humano rural, vamos, lo menos especial del mundo, pero en mi primer ataque le corté la cabeza a un orco. Nos quedamos todos con la boca abierta diciendo "¿Eso puede hacerse?" y "¡Que caña!".
En los 90s me volvió a pasar con el Vampiro, ya que te permitía experimentar el mundo de la noche sin límites (además de que empezabamos a salir, y descubrias que la noche está llena de personajes extraños que se ocultan de día).
En fín, no es que haya tenido una partida de estas, es que he tenido muchas, y eso es lo que ha hecho que siga atrapado hasta las cachas en este vicio nuestro, la búsqueda de esa sensación de maravilla y libertad.
Bueno gente, hasta mañana, nos leemos.
Las preguntas del Desafío de los 30 Días
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