He estado refrescando
la memoria con mi grupo sobre ese tipo de situaciones, y han surgido un
par de casos, aunque yo no diría que se lió pardísima, aunque si marrón
clarito. Curiosamente (o no), las que más me llamaron la atención tienen
ambas un componente sexual (cosa creo que normal a ciertas edades). En
un caso resultó en un cambio interesante de la partida, y en otro en el
fin de la partida.
La
primera fue cuando, jugando a AD&D 2ª Ed., habían encontrado una
poción con semen de dragón tortuga, que resulta que era un afrodisiaco
sin igual. Y a la guerrera de uno de mis jugadores le dio por echársela
en la bebida al paladín del grupo, el cual estaba profundamente
enamorado de la camarera de la posada por la que solían ir, pero a la
que no se acercaba por respeto a su voto de castidad. Pero claro, la
pócima hizo su trabajo, el paladín no pudo resistirse, ni a él la joven
camarera (recordemos que el AD&D los paladines tenían que tener 17
en carisma al menos). Así que pecó, y yo como cabrón que soy, le quité
sus poderes, pero dado que no había sido algo completamente voluntario,
su dios, Pelor, le mostró una salida a su ignominia, que no era otra que
ir a una isla perdida, llena de demonios del abismo, a recuperar una
espada sagrada que allí tenían a buen recaudo. En fín, que una anécdota
graciosa, dio paso a una larga secuencia de partidas centradas en el
paladín y su búsqueda sagrada (la cual, por cierto, al final consiguió,
recuperó sus poderes y obtuvo la espada).
La
otra que me viene a la memoria, es cuando jugaba con otro grupo, menos
serio, uno de ellos llevaba un elfo mago, y tenía que descansar
meditando, durante lo cual no podía despertar ni aunque le atacaran (no
me acuerdo si esto salía así en los manuales o nos lo inventamos
nosotros para que no fuera tan ventajoso). Así que una noche, mientras
el elfo meditaba, otro de los jugadores, que llevaba un halfling, me
pregunta si es posible que se despierte el elfo, a lo que yo respondo
que no, así que me indica su voluntad de sodomizar al elfo. Yo le
pregunte si iba en serio, a lo que me dijo que si, que era lo que iba a
hacer, así que le dejé. No debí haberlo hecho, pero es lo que tiene el
libre albedrío. En fin, el jugador del elfo se mosqueó mogollón y creo
que dejó de jugar, al del halfling no volví a invitarle a la partida, y
esa partida de D&D acabó yéndose al carajo por el comportamiento
infantil de uno de los jugadores y mi propia pasividad al dejarle
hacerlo.
Seguimos leyéndonos.
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