Al día siguiente, el grupo se divide. Bëlanir tiene que acercarse hasta la Logia de la Hermandad Esmeralda para depositar allí un mensaje para sus Hermanos de Orden. Por ello le pide a Lili que le acompañe, ya que se trata de un trayecto de un par de horas por el bosque, y no es seguro realizarlo en solitario. La Logia es una pequeña fortaleza abandonada e invadida por el bosque, de aspecto bucólico y encantado. Sus puertas están abiertas de par en par, a pesar de encontrarse deshabitada en ese momento, ya que como bien sabe Bëlanir, sus defensas mágicas son formidables. Bëlanir pide a Lili que le espere en el patio, un pequeño remanso de paz rodeado por muros decaídos. Mientras, él sube hasta la sala de reuniones, en donde es bienvenido por una boca mágica en la entrada, la cual le indica que hace muchas lunas que ninguno de sus hermanos se presenta en la Logia. El centro de la sala está ocupado por una mesa redonda formada por una enorme losa de piedra circular, con siete cómodos asientos, uno de ellos un auténtico y enorme trono de madera de ébano con tallas de obsidiana, el asiento de Kaeringiel, el Primogénito de la Hermandad. Bëlanir deja un mensaje escrito en un panel de madera en un lateral de la sala, informando que desea poder hablar con el Hermano Primogénito para hablar sobre el destino de su madre, desaparecida hace ya un mes, y la cual era la autentica miembro de la Hermandad, ante cuya desaparición Bëlanir ocupa temporalmente su puesto dentro de la Logia.
Mientras tanto, Mohn visita la casa de Illiana, y se sorprende al descubrir allí al extraño Naergoth, con su piel azul oscura, sus pequeños cuernecillos, y su cola inquieta. Él e Illiana comparten un te de amargo olor, tumbados entre pieles alrededor de un pequeño fuego de brasas. La cabaña de Illiana se levanta precariamente sobre las ramas bajas de un robusto árbol, inclinado sobre la corriente de un pequeño arroyo, con una improvisada escalera de madera que permite su acceso desde el suelo. El estricto caballero elfo no ve con buenos ojos a ninguno de sus dos compañeros, él demasiado parecido a los demonios contra los que ha luchado toda su vida, ella misteriosa y cargada de un magnetismo mágico y animal que desata todas sus alarmas morales. Sin embargo, les habla de la desaparición de su madre, de cómo hace casi una década que no sabe nada de ella, desde que su hermano y ella partieron desde Kyonin para venir a luchar en una guerra que no era la suya, dejando atrás a un marido y padre cada vez más distante con ellos. Illiana se ofrece a tratar de descubrir algo sobre el paradero de su madre, y Mohn, algo receloso, accede. Ella coge su tazón casi vacío de te, y le pide que le acerque la mano, y antes de que pueda reaccionar realiza un pequeño cortecillo en su dorso con un extraño cuchillo como de hielo que no había visto. Unas gotitas de su sangre se mezclan con los restos de te cargado de posos, y mientras ella canturrea unas palabras ininteligibles, la sangre, el te y los posos iban formando caprichosas formas. Illiana tenía la vista perdida en el fondo de su cuenco, cuando de pronto empezó a recitar lentamente unas palabras, como si les estuviera costando un gran esfuerzo el simple brotar del fondo de la garganta de la bruja.
“Tras las Puertas de Fuego
Bajo el Cielo Subterráneo
Se encuentra dormida en una prisión sin barrotes”
Mohn quedó muy impresionado por las palabras de Illiana. Esta se ofreció a rebuscar en la famosa biblioteca del erudito Koras en busca de alguna información sobre tan misterioso augurio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario