Habían capturado con vida a un
explorador y al jefe de la expedición, un enorme hobgoblin de cráneo rasurado y
cubierto de tatuajes. Les despojaron de sus armas y armaduras, y viendo que no
los necesitaban a ambos, le cortaron el cuello al pobre explorador. Se alejaron
del lugar cargando entre varios con el enorme hobgoblin inconsciente, temiendo
que los suyos regresaran en busca de su líder. Cuando se alejaron unas horas,
descansaron en el lecho seco de un arroyo.
Ya descansados, continuaron su
retorno a Hoja Llorosa, y al anochecer el prisionero recobró la conciencia.
Viéndose rodeado, les hizo una proposición. Les diría todo lo que sabía sobre
el destino de los drows si le dejaban morir con honor, combatiendo con un arma
en su mano. Naergoth, el tiefling, aceptó. Entonces el hobgoblin, llamado
Griñak, les contó que había escuchado a los dos drows supervivientes hablar de
un sitio llamado Muriathasan, Los Cuernos del Diablo. En Dol-Brondur habían
encontrado unos extraños libros hechos con páginas de platino, y al parecer
tenían prisa por llevárselos a sus superiores. Un día después de salir de la
pirámide de Dol-Brondur, ordenaron a los hobgoblins seguir hasta las colinas
del sur, mientras ellos partían hacia el oeste. Habiendo cumplido su promesa,
Naergoth curó al hobgoblin lo suficiente para poder incorporarse, le entrego su
mangual, y sin esperar apenas, le atravesó el pecho con su filo, mientras la
última palabra del hobgoblin se derramaba por su boca “cobardeeeeee”.
Muerto el prisionero, continuaron lo más rápido posible hacia Hoja
Llorosa, a donde llegaron dos días después, y sin perder tiempo reportaron todo
lo que habían descubierto a Evianna y Kaerishiel. El Maestro Koras fue
informado de la nueva información, y empezó a investigar en su vasta biblioteca
con la ayuda de sus espíritus buscadores. Esa misma noche se convocó una
reunión de emergencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario